Mi vida tiene dos constantes: la búsqueda de algo trascendente desde pequeña y la enseñanza. Y éste es uno de los ejes de mi vida. Todavía recuerdo cuando hice Ballet Clásico en el conservatorio, tenía un profesor que me decía que por qué no me dedicaba a la enseñanza, en aquel entonces rechacé aquello, yo no quería dedicarme a ser maestra. Pero como todo en la vida, pronto apareció una oportunidad de dar clases y empecé, me encantó. Después estuve en una asociación como voluntaria en una barriada marginal de Sevilla trabajando con niños de 6 a 18 años. Y estas experiencias me hicieron estudiar Magisterio, después Psicopedagogía. Quería que los niños fueran felices desde pequeños. Siempre pensaba que el conocimiento era lo que daba la felicidad (en ese momento no sabía qué tipo de conocimiento). Estuve un tiempo enseñando en la Universidad, y también me encantó, me gusta compartir con otros y ayudar a otros a encontrar y descubrir el mundo. Luego vinieron mis hijos, y aquí ya empecé a buscar otra forma de educación para ellos, más respetuosa con ellos, basada en la alegría de aprender, en la autonomía, en el
principio de que todo ser humano busca la felicidad de forma constante. Y esto me llevó a trabajar en sistemas no directivos y activos de la educación (Montessori, Experiencia de Rebeca Wild en Ecuador, escuelas democráticas, educación holística). Otra forma de educar, educar par a Ser. Sin embargo, después de experimentar durante un tiempo, leer y reflexionar, sentí que seguía faltando algo, que lo Trascendente de la persona no era tocado por estas educaciones. Y hasta aquí llega como una primera parte de mi vida, la siguiente es mi encuentro con el yoga.
Hubo un momento en que me hice consciente de que esa búsqueda del Ser (lo Trascendente) la había abandonado. Desde pequeña había estado probando en diferentes sitios, quería conocer quién soy y por qué estamos aquí en este mundo, pero algo faltaba. En el encuentro con el Yoga, todo dio un giro radical, percibí con una claridad radiante que el yoga era mi camino espiritual, que lo había tenido siempre cerca, pero que nunca me había decidido. Empecé con una amiga que era profesora a practicar, pero sabía que no era ese tipo de yoga. Leí el libro de Yogananda, y dije es algo así lo que estoy buscando. Y buscando, buscando, llegué al kriya yoga de Babaji, y de allí al Vasi Yoga (el yoga de los Siddhas), que lo conocí a través de Ramón Ruedas (la persona que lo ha traído a Europa).
En realidad, todas estas formas de educación con las que he trabajado (las llamadas pedagogías no directivas y activas) aunque mantienen intacta la alegría del Ser interior, no indican el camino para descubrir el Ser, como cierto estado de consciencia. Yo suelo utilizar una metáfora con la agricultura, la educación tradicional es como la agricultura tradicional ahoga al niño, echa tantos pesticidas que las personas se acaban desconectando interiormente. La educación no directiva, y entre ella hay varias opciones, es como la agricultura ecológica, mantiene encendida la llama de la búsqueda de aquello que somos, porque se cuida y se respeta desde el comienzo el ser de la persona, se busca dónde están los intereses de los niños y sus necesidades y el maestro acompaña a los niños en ese desarrollo, se busca la autonomía de la persona desde el comienzo. Pero toda esa siembra está centrada en el desarrollo físico, emocional, mental, cognitivo, y tiene como objeto lo externo. Y trabajan con la identificación de las necesidades y deseos de la persona. El Ser es algo más que esa identidad psíquica-física, es un estado de consciencia libre de deseos, y esto es lo que se trabaja en el Vasi Yoga.
Y lo que aporta el Vasi yoga a la educación, es la clarificación del verdadero objetivo de la misma. Todos los movimientos educativos que han intentado reformar la educación, y a pesar de estar centrados en el niño, en su desarrollo, en sus necesidades, en la autonomía y la libertad de decidir, hacen personas más felices, más cooperativas, más conectadas consigo mismas, pero no abordan cómo llegar a un estado de consciencia libre de pensamientos, emociones, y no indican el camino para liberarse definitivamente del “ego” y del funcionamiento de nuestra propia mente. Se trata de disolver eso que llamamos identidad. Los Siddha yoguis, que son los padres del yoga demostraron y probaron cómo podía llegarse a nuestra esencia, todos ellos se iluminaron, es decir, adquirieron de forma permanente ese estado de Dicha Absoluta, y muchos de ellos escribieron en forma de versos las experiencias y la forma de llegar a dicha liberación.
El Vasi yoga es el camino del yoga probado que te indica cómo llegar a ese estado de felicidad eterna que no depende de condicionantes, y que es lo que se conoce en el yoga como Samadhi, la unión con el Ser. Y dentro de este camino mi propósito es unir puentes en el mundo educativo, hay algo que falta en la educación, que es mostrar el camino para llegar a ese estado de Felicidad o Dicha Absoluta, y no se trata de algo que deba ser residual en la educación. Como afirman los Siddha yoguis la verdadera educación es la que te permite llegar a ese estado del Ser, y no aquella que te enseña a obtener estados de felicidad transitoria cuando uno consigue satisfacer sus deseos. La verdadera felicidad sólo se alcanza cuando uno se libera de aquello que le provoca sufrimiento. Para ello el Yoga debe contener la semilla que ayuda a dicha liberación.
Y a esto es a lo que me dedico en Vettaveli, a mostrar el camino de los Siddhas a las almas alojadas en cuerpos de niños. Como dicen los Siddhas, cualquier conocimiento que no ayude al hombre a conocerse y a liberarse es un conocimiento falso. Y la educación debe contener algo más que conocimientos centrados sólo en cómo funciona el mundo exterior.
Mi función es precisamente esa, transmitir a familias, niños y niñas las herramient
as que los Siddhas emplearon para llegar un estado de Consciencia Pura. Para que las personas puedan evolucionar desde el principio, sin tener que esperar a ser adultos para abordar el Ser interior.
La tercera parte de mi vida, se inscribe en la tradición del yoga de los Siddhas, donde ya no hay dudas, y todo es certeza. Soy una trabajadora más dentro de esta tradición, con ella se escribirá el resto de mi vida.